miércoles, octubre 11, 2006

Breve entrevista

Pregunta: ¿Te molesta que las chicas con las que mantienes relaciones sexuales hayan tenido mejores compañeros de cama?
Jean Tully: Yo me picaba muchísimo cuando me lo decían, por lo que trataba de aplicarme cada vez más. Era una especie de cuento de nunca acabar, tras cada casquete mediocre yo preguntaba y ellas me respondían la frase temida. Me ponía como un energúmeno y trataba de repetir la faena con más aplicación.
Al final me convertí en una auténtica locomotora sexual sin yo saberlo y el rumor se corrió (ejem) entre las chavalas (y chavales) del barrio. Todos sabían lo que tenían que hacer conmigo para que les follaran como nunca les habían follado: decirme que su anterior amante había sido mejor. Me encolerizaba de tal manera que conseguía una nueva erección instantáneamente, una erección casi imperecedera, una barra de hierro, un toro de Mihura. La trompa de un puto elefante.
Cielo santo, durante un par de meses debí follarme a medio vecindario. Perdí quince kilos y comencé a sentirme cada vez más débil. No sabía qué hacer para continuar mi ritmo, no entendía nada. Si tan malo era follando, por qué todo dios quería hacérselo conmigo. Caí en una especie de depresión y me dediqué a gastarme el dinero de una beca en drogas. Al final me follaba hasta a la novia de mi camello, que también según ella follaba mejor que yo. No podía más.
Un día un guardia municipal me despertó. Me había quedado dormido con los pantalones bajados y la polla al aire en un parque. Había gente alrededor y yo no me acordaba de nada. Cuando llegué a casa me dí una ducha, lloré desconsoladamente y me juré a mi mismo no volver a follar con nadie más.
Años más tarde una amiga me contó el secreto a voces. Desde entonces he vuelto a practicar sexo, pero solamente con mi mujer. Y además lo hago con mucha desgana.

Pregunta: ¿Te has quemado alguna vez el pene mientras fumas cagando?

Jean Tully: Sí que me la he quemado, sí. Más de una vez. Fue una de las razones por las que dejé de fumar (mi tabaquismo era tan grande que antes me planteé el dejar de cagar, pero a la semana me cagué encima en el autobús, yendo al trabajo).

jueves, octubre 05, 2006

Historia secreta de Móstoles II

Ismael a menudo se pregunta qué demonios tuvo de útil expulsar a un rey francés para traer a "un tarugo Borbón". Ello me ofrece la oportunidad de puntualizar sobre los verdaderos motivos de la Declaración de Independencia de 1808.
El célebre 2 de Mayo de ese año Andrés torrejón y Simón Hernández, en una arriesgada maniobra de cooperación entre clases que se anticipó un siglo al fascismo, decidieron declarar la guerra a Francia. Esto se debió a dos motivos, uno político de raíz separatista y revolucionario y otro estético.
Por un lado, se trataba de alejar de España todo cuanto de ilustrado y avanzado traía el soberano del país vecino, en un claro intento por desestabilizar a la nación que tantos años llevaba sojuzgando la soberanía mostoleña -la declaración de Villa por parte de Felipe II siempre se tomó aquí como una auténtica provocación imperialista-. Es decir, era un intento de sumir a España en un conflicto bélico para, aprovechando la confusión y colapso del sistema, alzarse en revolución y declarar un Móstoles independiente de España, siguiendo un sistema de autogestión socialista que 63 años más tarde calcaría la Comuna de París. De ahí lo de "Guerra de la Independencia".
No se trataba, por tanto, de independizarse de Francia, aquí los franceses solamente venían a tirarle migas de pan a los patos del estanque de El Soto y a beber vino de pitarra (las técnicas vinícolas locales eran exactamente las mismas que cuando Móstoles formaba parte del Reino de Taifa de Badajoz).
Existió otro motivo, en el que los factores socio-políticos se mezclan con elementos casi sobrenaturales de delirio estético. Simón Hernández sentía auténtica debilidad por el color rojo. Tanto es así que decidió hacerse una boina que, a diferencia del negro color local, fuera del color de la sangre. Al principio eso solamente le acarreó convertirse en objeto de toda clase de burlas y chanzas, pero, al poco tiempo, se convirtió en una auténtica moda.
Simón Hernández era un hombre de natural soñador y una enorme sensibilidad que le otorgaban cierta fragilidad psíquica. A menudo esta debilidad le hacía caer en un estado de trance. Se cuenta que la primera noche que se reunió de forma clandestina con Andrés Torrejón en el mesón Gregorio, Simón tuvo una visión. En ella, el tarugo Borbón era una criatura endogámica y estólida incapaz de engendrar varones. De esta incapacidad surgirían nuevos conflictos de sucesión que volverían a sumir a la opresora España en la oscuridad. Poco antes de despertar del trance, si hacemos caso a lo que Andrés Torrejón dejó por escrito en una de sus cartas, Simón no dejó de exclamar "boinas rojas contra el Borbón, boinas rojas contra el Borbón".
Sí, amigo Ismael, el infame alcalde de los nobles Andrés Torrejón junto con el revolucionario Simón Hernández fueron los delineantes de eso que ahora llamamos Carlismo.