viernes, junio 26, 2009

Informe Telepático del Agente M. III

III

Las conversaciones que los miembros del equipo técnico del Complejo de Rehabilitación e Integración mantienen con los usuarios del recurso quedan siempre grabadas en soporte físico sin el consentimiento de éstos. No se trata de un procedimiento deliberado, la grabación es ajena a las intenciones del equipo mismo. No se utiliza tampoco ningún aparato para su registro. Las conversaciones quedan grabadas en la pintura de las paredes del despacho.

A…, o mejor dicho, los empastes que tiene en los premolares inferiores, captan las conversaciones que han quedado grabadas cuando la uña amarillenta y larga de su dedo índice derecho recorre los microsurcos de las paredes. No es algo inmediato. Los empastes solamente emiten las señales recogidas durante las noches de luna llena. Es en esas noches cuando A… comienza a recitarlas en voz alta, siguiendo un ritual bastante complejo que él denomina “pequeños percances con los travestidos”. Describir el ritual con exactitud llevaría horas de transmisión telepática a nuestra administrativa, con los riesgos de derrame cerebral que implicaría. Baste señalar que requiere el uso de cadáveres de pequeños animales, desnudez, tabaquismo y la quema de ropa interior con el posterior colgado de los harapos calcinados en las ramas de los árboles del jardín, situado en el ala este del recurso. A pesar de su complejidad, que podríamos tachar de voluptuosa, el cumplimiento estricto del ritual no es imprescindible para que A… recite. Sí lo es para que, una vez trasmitida la información, no intente violar con la rama de un árbol a la usuaria del cuarto de al lado.

El recitado de datos es resistente a la medicación, siendo la información emitida completamente fiable incluso en esos días en los que A… ha recibido el inyectable. Lo único que puede interferir en la emisión es que A… se desvíe de su dieta estricta a base de moluscos, frutos secos y un litro diario de aguas residuales –que recoge todas las mañanas cerca de la parada de autobús, a más de medio kilómetro del complejo-. Las interferencias afectan a la prosodia y al ritmo en que los datos son trasmitidos.

A… es un usuario de mediana edad, aunque aparenta diez años más, complexión delgada, melena grasienta, brazos surcados de cicatrices y una sonrisa que no abandona ni siquiera cuando está amenazando con “volar la tapa de los sesos” a cualquiera que le incomode. Antes de su enfermedad trabajó para una gran cadena de supermercados como charcutero. Militó en una organización maoísta -más por erótica que por motivos ideológicos- pero pronto abandonó tras experimentar un éxtasis místico durante una persecución policial. Presenta deterioro cognitivo notable, una productividad delirante del todo excepcional y un copioso repertorio de conductas disruptivas. Cuenta con antecedentes penales, la mayor parte por intentos de agresión sexual y por provocar incendios. Fuma cuatro cajetillas de Winston al día. Le gusta escribir haikus en alfabeto cirílico, realizar operaciones matemáticas complejas, introducir cartuchos de escopeta en barras de pan duro y hacer daño a pequeños vertebrados. No le gustan la vanidad, la genitalidad excesiva, la higiene y las canciones con arreglos vocales en falsete.

Estas características le convierten, en suma, en un sujeto muy valioso para nuestra causa. Confío en que el enfisema acabe con su vida lejos del plazo marcado por su médico especialista.

miércoles, abril 29, 2009

Informe Telepático del Agente M. II

II

 

Me incorporé al equipo de educadores del Complejo de Rehabilitación e Integración Nova Metzuda hará poco más que un año, tras una década tortuosa, salpicada de dudas y decisiones no del todo sabias. Con este movimiento parecía que finalmente encontraba el medio de ganarme la vida más acorde con mis aptitudes, actitudes, fobias y parafilias. No todos mis conocidos se lo tomaron a bien, el trabajo está mal pagado, es muy exigente a todos los niveles y muy pocos son capaces de desempeñarlo durante mucho tiempo sin quedar, de alguna manera, dañados. Sin embargo la mayor parte de mis amigos y familiares se mostraron encantados, alguno de ellos convencido de que mi futuro pasaba necesariamente por el mundo de la rehabilitación psicosocial. Un futuro brillante.

 

Mis seres queridos –tanto los que me quisieron disuadir como los que me animaron a mi nueva aventura- saben bien lo afortunado que me siento al poder contar con ellos. Lo que no saben es la auténtica naturaleza de mi trabajo. Y espero por su propio bien que nunca lo sepan.

 

Ahora mismo estoy dictando todo de forma telepática a nuestra simpática administrativa, la señorita V… La información se alojará en su subconsciente y allí quedará, encapsulada, hasta que aparezca G… que recibirá el volcado de datos, esta vez sí, de forma consciente.

 

G… también es un agente doble. Además de constar como usuario del Complejo, trabaja para la administración y para nosotros. No se cambia jamás de ropa, apenas se ducha. Padece obesidad mórbida, lee a escondidas tebeos de Zipi y Zape y se mueve por tropismos hacia los lugares silenciosos. (Lo de los tropismos debe entenderse de forma literal. Es una aclaración importante, ya que lo que mi círculo de amistades suele interpretar como una debilidad mía por la adjetivación jocosa e hiperbólica, se trata en realidad de un cúmulo de pequeños descuidos que cometo en público, porciones de información que dejo escapar. Quizás lo haga para aliviar la tensión, quizás se trate de otra treta mía para ponerme las cosas más difíciles. Lo que es seguro es que estos deslices disfrazados de extravagancia serán mi invitación al cadalso.) Estos tropismos pueden llegar a producirse en un estado cercano al trance y me consta que ha llegado incluso a levitar. (Imagino que serán sus propios deslices para atenuar los efectos del estrés.)

 

Los periodos en los que G… no está viviendo en el Complejo reside en un bloque de pisos bastante humilde junto a su padre y su perro. El padre, para evitar su compañía y sus frecuentes arranques violentos, suele permanecer encerrado en el cuarto trastero. El perro, al que G… acaricia de forma compulsiva, tiene el cuerpo minado por las calvas que las caricias le provocan. Es en esas calvas donde quedará cifrado todo lo que estoy dictando a la pobre, simpática, inconsciente señorita V… para uso de futuros agentes que me releven el día –posiblemente cercano- en el que yo muera. 

miércoles, marzo 04, 2009

Informe Telepático del Agente M. I

I
- La civilización occidental está dirigida por un grupo de doscientos sabios. No es una asociación secreta, no son personas que se reúnan periódicamente para decidir cuál será el rumbo de la economía, ni qué guerras deberán declararse, no. No les hace falta reunirse de forma física ni emplean la tecnología para comunicarse. Vaya, es que ni siquiera son conscientes de formar parte de un grupo.
- No son conscientes…
- Ellos funcionan de otra manera, es una sinergia a su pesar… es, no sé si estoy hablando demasiado… Es una melodía que se transmite a lo largo de los cinco continentes, de forma continua, que nos infecta a todos como un virus. Es como si tejieran en comandita un velo que nos tapa a todos los ojos. Ellos deciden, sin saberlo, lo que nosotros debemos percibir y la manera en que lo interpretamos. Lo que hay fuera de los límites que ellos trazan no existe.
- Doscientos sabios… ¿conoces a alguno de ellos?
- No, no, por supuesto que no tengo ni idea de quiénes son. Soy capaz de escuchar esa melodía y puedo calcular el número exacto de los intérpretes, pero no soy un dios, ni tengo facultades extraordinarias. (…) 
- Ayer nos reprochabas formar parte “del mundo de las normas y la cultura impuesta”
- Sí, sí, todo esto tiene que ver con la cultura impuesta, con las normas. Todos formáis parte de ella, por mucho que queráis evitarlo. El pensamiento, la conciencia, tienen sus límites. Podemos estar convencidos de que podemos pensar sobre el pensamiento, el pensamiento que se piensa a sí mismo, pero es una ilusión. En realidad es algo reptiliano, la conciencia es lo último que perdemos al morir. No tiene nada que ver, es un efecto secundario. El pensamiento es una secreción. (…) 
- Todos formamos parte de esa cultura, menos tú, supongo.
- No, no, para nada. No estoy por encima, en realidad me sucede lo mismo que a todos, pero mis sentidos son más agudos y puedo oler el pastel antes incluso de que el cocinero aprenda la receta. (…) 
- ¿Tiene todo esto algo que ver con tu miedo a coger el autobús?
- Claro.
- ¿Qué es lo que temes exactamente? ¿Alguna clase de represalia por lo que sabes?
- No se si habrá gente dispuesta a silenciarlo, ya lo he dicho otras veces… ¡por favor! Estoy aburrida de hablar siempre de lo mismo… sé que es absurdo que alguien quiera silenciarlo, estoy segura de que la mayoría de los doscientos sabios ni se percatan de en qué están metidos. No tienen elección, son como nosotros. Por mucho que hablemos de ello… no hay remedio, son las cosas tal como siempre han sido. Y a mí no me gustan…
- Estamos perdiendo el hilo, mi pregunta era…
- Ya lo sé, ¡ya lo sé! Vamos, que sí, que es absurdo, pero creo que hay personas que son capaces de hacer lo mismo que yo y que son precisamente ellas las que quieren silenciarlo... ¿Puedo irme ya a mi habitación?, ¿puedo dormir con las luces y la radio encendidas?
- Está bien, pero con el volumen bajo. Y enciende solamente la luz de la mesilla, no la del cuarto de baño, que hace mucho ruido y luego el bueno de A… no puede dormir.

Conversación nº 35 con doña M.P. en el CRI Nova Metzuda a 07/04/2017