sábado, noviembre 17, 2012

Copio y pego del diario de sueños de hoy:
Soy Bryan Ferry. Estoy caminando por Parque Vosa con un maletín lleno de clavos. Servirán de metralla para un explosivo que estoy fabricando. Me dirijo a Suiza. Allí, en un estudio de grabación, me esperan mis compañeros de Roxy Music. Me siento algo resentido con ellos desde hace unos días. En una fiesta reciente me insinuaron que Jerry Hall se estaba citando a mis espaldas con Mick Jagger. Me dedico a rumiar contestaciones airadas e ingeniosas contra ellos. Despierto con una dolorosa erección.

Me vuelvo a dormir. Ahora soy yo mismo. Estoy con mi mujer, en su antiguo piso de Iviasa. He retrocedido en el tiempo y me la he encontrado por Parque Vosa, tal como era cuando la conocí. Me reconoce de inmediato y, con naturalidad, me ha invitado a follar. No tenemos prisa. Nos dedicamos a masturbarnos el uno al otro durante horas. El piso es ahora lujoso, con un estilo chillón y grosero, muy finales de los 70, mitad disco, mitad new wave.Tiene varias plantas, escalinatas amplias de mármol, una fuente. Hay discos de oro y posters promocionales de varios artistas en las paredes. De repente, entra en casa el padre de mi mujer junto a un par de asistentes. Traen el nuevo disco de Bryan Ferry, del que mi suegro (no se parece en nada a mi suegro real) ha sido el productor. Lo escuchamos en el equipo de alta fidelidad del salón. Hacen comentarios despectivos sobre él, resaltando que sólo hay dos canciones interesantes y que el resto es relleno suave y autocomplaciente. Me ofendo pero trato de disimularlo y hacerme el simpático ya que estoy en calzoncillos manchados de semen, con la misma enorme, plomiza erección con la que me desperté antes, tengo casi cuarenta años y su hija sólo dieciocho. En un momento dado, hablando con él sobre los arreglos de clarinete cacofónico de Andy MacKay, voy a apoyar mi mano en su hombro y me la retira de un guantazo seco y violento. Se me escapa la risa. Mi suegro rompe a llorar, intenta disculparse, me explica que lleva casi una semana sin dormir, saturado de farlopa, trabajando hasta la extenuación para dar los últimos toques a este disco. Que está harto de la industria, harto de los músicos, harto de sí mismo. Que quiere morir. Me escabullo en cuanto veo la oportunidad y busco de nuevo a mi mujer. Quiero acabar la paja y encontrar mi ropa para salir huyendo. La única ropa que encuentro son las mallas que vestía hace casi veinte años. Intento enfundármelas pero me quedan demasiado ajustadas. Despierto.

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