Existen elementos en las vanguardias artísticas que las hacen puramente masculinas. Esos mismos elementos suelen repeler de manera visceral a lo femenino. A muchas mujeres les molesta el ruidismo, el empleo de palabrotas y las imágenes de sexualidad y violencia descarnada, el feismo, el absurdo y el desconcierto gratuito. Como para numerosas autoridades, yo incluido, en eso consisten grosso-modo el grueso de las vanguardias, la cuestión queda zanjada al menos momentáneamente.
Algunos podrán argumentar que existen numerosas artistas femeninas de vanguardia. Es innegable, pero en sus obras siempre aparece algo relacionado con su menstruación, sus relaciones de pareja, su sobrepeso, etc. Suelen moverse en ámbitos parejos a la expresión corporal, el empleo de post-it o fotos de conocidos, amigas, un gatito y alguna parte de su cuerpo (generalmente las axilas sin depilar y el vello púbico). En definitiva, la producción femenina en la vanguardia está supeditada a su propia experiencia y a la necesidad de comunicar, la comunicación como forma de expresar su propia individualidad.
Como para un número considerable de eminencias la comunicación es algo que nos resulta en extremo sensiblero y sobrevalorado, definiremos obra de vanguardia como todo aquel producto de expresión cuya única motivación es la búsqueda del aislacionismo como bandera de la individualidad. Sería un acto de no-comunicación por excelencia, el ruido supremo. Siguiendo esta definición las artistas de vanguardia serían un absurdo y cuando gritan son insoportables. El arte de vanguardia está hecho para mayor gloria de la masculinidad.
Ahora bien, después de todo lo expuesto, podría confundirse masculinidad con virilidad, pero no es así. Digamos que las vanguardias, al igual que los cómics de superhéroes son, especialmente cuando se las abraza con vehemencia, un sucedáneo de la auténtica virilidad. Podríamos tratar de definir el concepto de virilidad auténtica pero no lo haremos. No siempre hay que estar demostrando todo lo que uno es capaz de hacer, pues se corre el riesgo de resultar pedante. Quedémonos en que si tu infancia ha sido feliz y tu adolescencia soportable (es decir, has sido una persona que ha crecido en el seno de una familia acomodada, si has sido hábil en los deportes, soportablemente agraciado, moderadamente aplicado e increíblemente popular con las chicas) no necesitarás nunca recurrir a las vanguardias artísticas.
Parece claro entonces que las vanguardias están hechas para los perdedores. Y cuanto más marciales, violentas y extremas sean, mayor será la carencia psicológica y/o física que tratarán de cubrir.
Podría entonces tratar de hallarse un coeficiente de virilidad que sería el inverso de la cantidad de horas semanales dedicadas a una vida social corriente (hu) menos las horas dedicadas al consumo o creación de actividades o productos vanguardistas (hf) multiplicado por 10.
CV = 1/[k·(hu - hf)]· 10
donde K es una constante que depende del grado de violencia conceptual que conlleva la disciplina y la corriente artística en cuestión. Cuando CV tiene signo negativo diremos que el sujeto presenta déficit de hombría o déficit de virilidad asociado a las vanguardias.
Cuando hu y hf coinciden y k es igual a 1 (únicamente se da en el caso de ser seguidor de aquella corriente que considera que hacer gorgoritos a lo Whitney Houston o gritar como Janis Joplin convierten a una mujer en una gran cantante) el CV toma el valor arbitrario de Ю que es la manera matemática de expresar “no te lo crees ni tú”, si bien Klinemann & cols. defienden el empleo del valor ﺵ, que no es más que la transcripción arábiga de un término sánscrito que significa algo así como “no encajas en mi teoría, largo”.
El CV presenta, sobra decirlo, numerosas deficiencias tanto a nivel matemático como conceptual, por ello será mejor que a la hora de medir con fiabilidad el grado de déficit de hombría asociado a las vanguardias consultemos las tablas del factor T de Garrido y Treismann. El factor T se obtiene tras una serie de cálculos muy complicados para su desarrollo en este post. Simplemente como apunte anecdótico destacar que tiene en cuenta el número de veces que el sujeto ha relatado a sus amigos una situación vergonzosa de su vida de forma trastocada para quedar como una persona asertiva y segura de si misma que supo actuar con la cabeza fría y suficiente valor. También tiene en cuenta la cantidad de mantras con mensajes positivos y/o negativos que utilice el sujeto para soportar su día a día, las veces que ha relatado un episodio anodino de su vida como su hubiera sido algo sórdido y el número de veces que el sujeto ha hablado con otras mujeres sobre su ex.
El mismo equipo de investigadores está trabajando en una reformulación del coeficiente de correlación del déficit de virilidad asociado a las vanguardias adaptado al heavy metal. Se rumorea que incluso quieren relacionarlo con los juegos de rol. No se ustedes, pero yo preferiría olvidarme de todo este asunto.
Algunos podrán argumentar que existen numerosas artistas femeninas de vanguardia. Es innegable, pero en sus obras siempre aparece algo relacionado con su menstruación, sus relaciones de pareja, su sobrepeso, etc. Suelen moverse en ámbitos parejos a la expresión corporal, el empleo de post-it o fotos de conocidos, amigas, un gatito y alguna parte de su cuerpo (generalmente las axilas sin depilar y el vello púbico). En definitiva, la producción femenina en la vanguardia está supeditada a su propia experiencia y a la necesidad de comunicar, la comunicación como forma de expresar su propia individualidad.
Como para un número considerable de eminencias la comunicación es algo que nos resulta en extremo sensiblero y sobrevalorado, definiremos obra de vanguardia como todo aquel producto de expresión cuya única motivación es la búsqueda del aislacionismo como bandera de la individualidad. Sería un acto de no-comunicación por excelencia, el ruido supremo. Siguiendo esta definición las artistas de vanguardia serían un absurdo y cuando gritan son insoportables. El arte de vanguardia está hecho para mayor gloria de la masculinidad.
Ahora bien, después de todo lo expuesto, podría confundirse masculinidad con virilidad, pero no es así. Digamos que las vanguardias, al igual que los cómics de superhéroes son, especialmente cuando se las abraza con vehemencia, un sucedáneo de la auténtica virilidad. Podríamos tratar de definir el concepto de virilidad auténtica pero no lo haremos. No siempre hay que estar demostrando todo lo que uno es capaz de hacer, pues se corre el riesgo de resultar pedante. Quedémonos en que si tu infancia ha sido feliz y tu adolescencia soportable (es decir, has sido una persona que ha crecido en el seno de una familia acomodada, si has sido hábil en los deportes, soportablemente agraciado, moderadamente aplicado e increíblemente popular con las chicas) no necesitarás nunca recurrir a las vanguardias artísticas.
Parece claro entonces que las vanguardias están hechas para los perdedores. Y cuanto más marciales, violentas y extremas sean, mayor será la carencia psicológica y/o física que tratarán de cubrir.
Podría entonces tratar de hallarse un coeficiente de virilidad que sería el inverso de la cantidad de horas semanales dedicadas a una vida social corriente (hu) menos las horas dedicadas al consumo o creación de actividades o productos vanguardistas (hf) multiplicado por 10.
CV = 1/[k·(hu - hf)]· 10
donde K es una constante que depende del grado de violencia conceptual que conlleva la disciplina y la corriente artística en cuestión. Cuando CV tiene signo negativo diremos que el sujeto presenta déficit de hombría o déficit de virilidad asociado a las vanguardias.
Cuando hu y hf coinciden y k es igual a 1 (únicamente se da en el caso de ser seguidor de aquella corriente que considera que hacer gorgoritos a lo Whitney Houston o gritar como Janis Joplin convierten a una mujer en una gran cantante) el CV toma el valor arbitrario de Ю que es la manera matemática de expresar “no te lo crees ni tú”, si bien Klinemann & cols. defienden el empleo del valor ﺵ, que no es más que la transcripción arábiga de un término sánscrito que significa algo así como “no encajas en mi teoría, largo”.
El CV presenta, sobra decirlo, numerosas deficiencias tanto a nivel matemático como conceptual, por ello será mejor que a la hora de medir con fiabilidad el grado de déficit de hombría asociado a las vanguardias consultemos las tablas del factor T de Garrido y Treismann. El factor T se obtiene tras una serie de cálculos muy complicados para su desarrollo en este post. Simplemente como apunte anecdótico destacar que tiene en cuenta el número de veces que el sujeto ha relatado a sus amigos una situación vergonzosa de su vida de forma trastocada para quedar como una persona asertiva y segura de si misma que supo actuar con la cabeza fría y suficiente valor. También tiene en cuenta la cantidad de mantras con mensajes positivos y/o negativos que utilice el sujeto para soportar su día a día, las veces que ha relatado un episodio anodino de su vida como su hubiera sido algo sórdido y el número de veces que el sujeto ha hablado con otras mujeres sobre su ex.
El mismo equipo de investigadores está trabajando en una reformulación del coeficiente de correlación del déficit de virilidad asociado a las vanguardias adaptado al heavy metal. Se rumorea que incluso quieren relacionarlo con los juegos de rol. No se ustedes, pero yo preferiría olvidarme de todo este asunto.
1 comentario:
Peter Bürger tiembla.
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