martes, junio 29, 2004

The word made fat

Quisiera que las palabras que escribo circularan como los lípidos por mi sangre. Palabras espesas, caprichosas, escupidas a empellones con cada latido de mi corazón. Palabras que atorasen cualquier canal por el que fueran emitidas. Palabras que se almacenaran hasta que realmente se hicieran necesarias y, entonces, se metabolizaran en todos los organismos a ellas expuestos. Serían palabras gruesas, palabras que los niños retirarían al borde de los platos con la punta del cuchillo.
Cuánto me gustaría tener el poder de, con mis palabras, separar al niño del hombre.

Tendré que conformarme con desnudarme, no obstante. Mis actos dejan siempre una huella, en todo cuanto toco. Es mi manera de marcar territorio, es la manera en la que aprendí a hacer el amor, a tragarme el humo, a sentir miedo por todo y por todos. Y así voy dejando evidencias. Unos rastros con patrones comunes en los que puedo reconocerme, sin acabar nunca de creerme lo que estoy viendo. Y mis palabras no le serán útiles a nadie, y su pulso será entrecortado y débil. Pero los niños podrán retirarme al borde de los platos, y la carne herida por el filo de sus cuchillos será mi carne. Mi carne frente a la tuya. Me siento incapaz de llegar mucho más lejos, esa es la verdad.