miércoles, abril 13, 2005

Diario ciclotímico y asqueroso: rápido, amable y con ganas de cagar

El día uno de este mes fuí a la boda de unos antiguos compañeros de trabajo. Allí me junté con muchos otros a los que hacía mucho tiempo que no veía y lo celebramos como si a la mañana siguiente nos fueran a enviar a combatir en el corazón enfermo de alguna antigua colonia francesa. No estaba yo tan equivocado, mi vida desde entonces ha sido una lucha en dos frentes: mi propia debacle física por un lado y la explotación laboral por otro. A día de hoy me duelen músculos, huesos, cartílagos y articulaciones que jamás supe que existían (al menos en mi cuerpo). En cuanto me recupere del todo prometo incorporarlos a mi vida sexual.
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Soy cada vez más consciente de la muerte de mi creatividad. Hace años abandoné por completo mis inquietudes plásticas. Es estos últimos meses parece que le ha llegado el turno para la música. No solamente no me siento capaz de componer ni grabar nada, sino que cada vez me cuesta más teorizar sobre ella. Era una de mis pasiones y hoy lo más intenso que siento al respecto es escozor. Se trata de un proceso de empobrecimiento mental que se está extendiendo a otras facetas de mi vida. Cada vez tengo menos ingenio, menos agilidad mental y mi conversación es pobre, perezosa y aburrida. Sin embargo tengo que reconocer que me alivia bastante haber liberado mi mente de melodías, teorías musicales dadaistas y demás hierbas.
Quizás esté tratando de ventilar mi casa abriendo todas las ventanas justo cuando llega un tornado a la ciudad, pero me gusta pegar saltitos y escuchar como mi cerebro se choca contra las paredes de mi cráneo. Ahora se trata de que esos golpes no sigan pautas rítmicas. ¿Lo conseguiré?
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Ayer, con el concierto de Judas Priest saldé una deuda con mi yo adolescente. Durante dos horas estuvo brincando al lado de mi yo treintañero, mientras mi yo físico se abrazaba a mi mujer, que estaba tan entusiasmada como nosotros tres. Gritamos los cuatro, coreando con algunos de nuestros mejores amigos, disfrutando de la misma manera ingenua y ansiosa de vida con la que disfruté el día de la boda que inaguró el mes. Hoy, como reacción orgánica a la euforia de ayer, me siento muy viejo, muy feo, hueco y cansado. Necesito unos días de aislamiento y reposo absoluto al lado de mi Alicia.
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Esta misma mañana, sin embargo, me he dejado arropar por mis hermanos, que me hicieron una visita. Ellos y mi mujer me inyectaron unas dosis de autoestima de emergencia. Es genial, a nadie le amarga que le den mimitos y le digan cosas bonitas las personas que admiras.
El pequeño accedió a que le invitará a comer en un McDonalds (a la mierda con la dieta.) Mientras luchábamos contra un menú gigante Big Big Mac (a la requetemierda con la dieta) mi hermano me contó como había comprobado que mi presencia llegaba a asustar a algunas personas. También me dijo que aquellas personas que luego trataban conmigo quedaban desconcertadas ante mi trato tan cálido y cortés. De las risas casi me ahogo con un crouton de la ensalada césar (¿dieta?), pero no pude replicarle nada: él se jactaba de que una amiga suya le definió con tres palabras "guapete, gay y con ganas de cagar". Así cualquiera.

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